Se utiliza también como fórmula de cortesía para pedir disculpas.
El arrepentimiento no me exime de la obligación de reparar el daño cometido; por el contrario, me obliga a hacerlo. Un arrepentimiento sin reparación sería mera hipocresía. Aun cuando esté acompañado de reparación, el arrepentimiento tampoco me libera del castigo.
El perdón es esencialmente un acto personal. La persona es sujeto y objeto del perdón. Siempre hay una persona perdonando a otra.
¿A QUIÉN PERDONAR?
En realidad ahí es donde comienza la dificultad. Para los que somos creyentes, sabemos que Dios perdona siempre; pero siempre es preciso que aceptemos el querer ser perdonados.
Para ser perdonado, debo reconocer que lo necesito; debo admitir mis faltas o lo que llamamos pecados y hacer un acto de contrición, es decir, admitir el arrepentimiento de dicha culpa.
Fiódor Dostoyevsky, nos lo explica utilizando al "starets Zosima" (confesor ortodoxo en los monasterios): "Cada uno de nosotros es sin duda culpable por todos y de todo en la tierra, y no solo a causa de la falta universal del mundo, sino también cada uno universalmente por todas las personas y por cada hombre en la tierra". Esta culpabilidad nos envenena, nos paraliza hasta impedirnos hacer lo posible por reparar nuestras causas. Muy por el contrario, cada uno debe reconocer lo que él mismo ha hecho; lo que hayan hecho los demás es problema de ellos.
No nos podemos perdonar a nosotros mismos. Aunque muchas veces se escucha la expresión: "Eso nunca me lo perdonaré".
El perdón es algo que se debe pedir y se puede recibir del prójimo. Uno no se puede perdonar a sí mismo o considerarse perdonado por Dios basándose en el propio juicio sobre sí mismo.
Lo más espantoso en las personas que han cometido grandes delitos, del tipo que sean, es que no expresen ningún tipo de arrepentimiento como hemos visto en ocasiones con algunos terroristas.
¿CÓMO PODEMOS CREER SI ALGUIEN ACEPTA SER PERDONADO?
Si alguien dice haberse arrepentido, pero se niega a reparar el daño, ¿Cómo creer que es sincero? Si el ladrón se niega a restituir lo robado, si rechaza el castigo que merecen sus delitos. ¿Cómo no sospechar que quiere salir del paso con poco daño?
En el Evangelio de San Lucas (19,8), tenemos a Zaqueo el publicano (recaudador de impuestos para los romanos), acusado por malversación, éste se entera que Jesús visita Jericó y sale en su búsqueda para hablar con él y cuando lo encuentra le dice que devolverá el dinero sustraído aceptando incluso pagar una multa Estos son los elementos concretos que forman parte del perdón.
De todo lo anterior se puede deducir una consecuencia: el proteger a un criminal "so pretexto" de compasión no es hacerle un servicio, aun cuando se actúe por compasión; por el contrario, es hacerle daño.
Hay que tomar en serio la paradoja que nos enseñó Sócrates: "es preferible ser castigado, siempre que sea con justicia, que escapar al castigo".
¿QUIÉN PERDONA?
Sólo las personas pueden ser perdonadas y sólo las personas pueden perdonar.
El Estado no puede perdonar, no porque sea malo y vengativo, sino sencillamente porque no es una persona. Es el motivo por el cual los crímenes cometidos en su contra son imprescriptibles, y como dice un adagio del derecho francés antiguo: "Quien ha desplumado la oca del rey, al cabo de cien años devuelve la pluma". Si el Estado se asume el derecho de perdonar, es únicamente en la medida en que conserva cierta huella de su origen supra-humano, real o presunto. Así, el derecho de gracia de los presidentes, es un remanente del poder de los reyes, que en si mismo es una huella del poder de Dios.
Quien perdona según los creyentes, es ante todo Dios, porque es el ser más personal que hay, más personal que nosotros los hombres que también somos cosas. Él es quién puede perdonarnos.
Por todo esto el perdón lo hemos de enfocar desde el espíritu cristiano sin coacciones, ya que está sujeto al pilar fundamental del amor a Dios y al prójimo. Por eso no hay nada más exigente que el amor y de ahí es muy fácil llegar al perdón.
La Biblia lo expresa al final del Cantar de los Cantares Libro del Antiguo Testamento, y es preciso tomar muy en serio esta declaración: "Es fuerte el Amor como la Muerte, implacable como el infierno" (8,6).
El perdón es una decisión no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
Madre Teresa de Calcuta
Mr. Carter
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