martes, 30 de junio de 2020

A MI MADRE Y A NUESTROS MAYORES



                            Celebrando la Navidad en casa con la familia

A MI MADRE Y A NUESTROS MAYORES

            
Si el día tiene 24 horas, el año 365 días por término medio, yo creo que no hay día ni momento en que no recuerde a la persona que me trajo al mundo, hace ya unos cuantos años. Esa persona con tanto amor incondicional, que se quitaba cualquier cosa para ofrecérmela y dármela. Esa mujer con una gran sonrisa limpia e inocente que le llenaba todo el rostro cuando me miraba y me tenía en sus brazos.
Pienso que me estoy haciendo mayor. Se dice que cuando vienen los recuerdos de la infancia y de la niñez estamos llegando a los últimos escalones de la vida. Pero curiosamente a mí me pasa desde siempre yo recuerdo mucho a mi madre, esa bondad, esa comprensión, esa delicadeza, ese arte que tenía con la costura, que en un periquete te hacía unos pantalones o una blusa e incluso el traje de marinero de la primera comunión. Era una artista, una mujer con una habilidad y un tesón por el trabajo que era digna de medalla al mejor reconocimiento.

Pero no quiero hablar sólo de mi madre, es decir, mi idea es tratar de agrupar a todas las madres ya que tienen un denominador común todas, el amor que transmiten a sus hijos, de forma desinteresadamente.
No podríamos decir lo mismo de los hijos hacia la madre o el padre. Pero eso lo dejaremos para otro momento. Otro día hablaré de los padres.

Voy a resaltar una cosa que me ha llamado mucho la atención, que ya lo oía decir a mis abuelos y era el dicho que se decía: “Una madre es para cien hijos y en cambio un solo hijo no es para una madre”. Esto lo subrayo pues es el tema que quiero tratar.
Uno de los escándalos más grandes que hace tiempo está ocurriendo en este país, es la desprotección que sufren los mayores por las familias. 

                                 Foto de familia con tres generaciones conviviendo

Yo recuerdo cuando era pequeño que mis abuelos vivían la mayor parte del tiempo en nuestra casa hasta que murieron. Eran otros tiempos, pero yo seguí la tradición cuando falleció mi madre, el mismo día se vino mi padre a vivir con mi mujer y conmigo y estuvo hasta que falleció. Hoy en día las cosas no son así en la inmensa mayoría de los hogares a los abuelos no se les da la oportunidad de continuar con la familia. Se les deriva a una residencia y eso pienso que es una manera de acelerarles la muerte. Soy consciente de que los pisos son pequeños pero la armonía y el amor no entiende de estrecheces. El amor a la familia se da en un metro cuadrado y en mil, es indiferente de la superficie.
                              Compartiendo amor y felicidad con nuestros mayores

 En cambio, cuando se consigue la sonrisa de un mayor se consigue su felicidad, cuando te coge la mano y te mira a los ojos, y te ves reflejado en ellos, te trasladas en el recuerdo a cuando te bañaban, te cambiaban los pañales, te ponían el chupete y te consolaban cuando te ponías a llorar. Todo eso hemos de tenerlo presente y ser más agradecidos aportando todo lo posible que esté en nuestras manos para que esos últimos momentos de su vida los puedan vivir rodeados del cariño de los suyos.
Pienso que debemos entregarnos más a nuestros mayores dándoles la protección adecuada y si es necesario acogerles, visitarles más, aunque no sean de la familia, ellos se sentirán más acogidos y queridos con lo que su autoestima aumentará considerablemente.
En las circunstancias que estamos viviendo ahora, el virus Covid-19 ha hecho estragos con nuestros mayores, debido a que muchos tenían otros tipos de dolencias crónicas y algunos tenían resentido el sistema inmunitario siendo más vulnerables al contagio por el virus. Por lo que ha habido muchos fallecimientos de nuestros mayores.
Volviendo al título de inicio no existe un amor más desinteresado en el mundo que el amor de una madre a un hijo. El bebé de unos segundos de vida ya nota el calor de la madre y recibe esa energía de la madre que se denomina amor y eso queda gravado como un sello, es como la atracción magnética, el bebé ya lo percibe. De la misma manera que por instinto se acerca a la mama de la madre sin que nadie se lo haya enseñado.
Y la moraleja de todo esto, es que seamos más agradecidos y menos egoístas con nuestros padres y en general con nuestros mayores. Todos conocemos el dicho: “Es de bien nacido ser agradecido con quienes te trajeron al mundo”.

Mr. Carter

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