sábado, 6 de junio de 2020

HA LLEGADO LA ERA DE LA BIOVIGILANCIA

La mayoría de los gobiernos y empresas privadas están ideando unas aplicaciones que rastrean nuestros teléfonos móviles.

Pronto las autoridades nos pedirán que descarguemos apps que nos informarán de si hemos estado en contacto con algún contagiado de COVID-19 y si somos nosotros los que hemos dado positivo, entonces la aplicación enviará una alerta a todos aquellos que se hayan cruzado con nosotros.


El problema estriba en si ¿Es ético, es legal? ¿ Nos aconsejarán a que lo hagamos o nos lo exigirán? ¿Será el gobierno central, el autonómico, la empresa para la que trabajamos?


La pregunta es ¿Puede la tecnología salvar vidas hasta que nos llegue una vacuna? Los expertos nos dicen que, mientras llega la vacuna no podemos desaprovechar una herramienta que, combinada con otras, puede evitar el repunte de la pandemia que implicaría más muertos, nuevos confinamientos, más parados.


Pero existe el riesgo de abrir la puerta a un sistema de vigilancia sin precedentes.


Tenemos que sospesar el dilema ¿salud o libertad? ¿Tendremos que sacrificar derechos fundamentales en aras de la seguridad sanitaria y la reactivación económica?

La formas más radicales de biovigilancia se dan en Asia.

China ya la practica sin recato desde hace tiempo, pero otros países democráticos la han implantado a raiz de la pandemia. En Taiwán, si una persona contagiada abandona su zona asignada, su teléfono móvil "se chiva" a la Policía. Si alguien da positivo en Corea del Sur, las autoridades envían mensajes de texto a su área residencial. Estos dan tanta información del enfermo que puede ser identificado por su entorno. En Europa la protección de datos se toma más en serio. Los gobiernos aún no tienen claro hasta dónde quieren llegar.


Un grupo de países europeos, entre ellos España, creó en abril un consorcio llamado PEPP-PT ( Ratreo Paneuropeo de Proximidad para Preservar la Privacidad) con el fin de poner en marcha un rastreo de la manera menos intrusiva posible.


La iniciativa la lidera Alemania. Todo iba muy bien hasta que el gobierno alemán reveló su intención de que toda esa información se quedase guardada en una gran base de datos centralizada.  Datos que no se borrarían nunca. Con lo que llega la polémica de que pasará si caen en manos no apropiadas nuestros datos o se negocia con ellos.


Google y Apple han anunciado que modificarán sus sistemas operativos móviles para permitir el rastreo de contactos por defecto, aunque se comprometieron a que se proteja el anonimato de los usuarios. Te avisan si alguien con quien has estado recientemente se ha contagiado, pero no te dicen quién ha sido.


Parece que la solución que quieren los países europeo, entre ellos España, la está desarrollando un equipo de la Escuela Politécnica de Lausana (Suiza) dirigido por una ingeniera española, Carmela Troncoso. El protocolo se llama DP-3T. Y es parecido a otros que se emplean en Estados Unidos y Singapur. Utiliza el Bluetooth, la conexión por radiofrecuencia entre teléfonos cercanos. Cada móvil emite identidades efímeras, unos códigos que duran unos diez minutos, lo suficiente para medir si dos personas han estado juntas. En teoría, es posible crear perfiles de movimiento. La aplicación almacena una lista de todos los dispositivos que estuvieron a menos de dos metros de distancia del nuestro, con las identidades anónimas. Y nos avisa si uno de ellos da positivo.


¿Qué pasa cuando son los gobiernos los que quieren nuestros datos? ¿Quién nos va a proteger de ellos? Google y Apple, presentan una solución conjunta respecto a la biovigilancia derivada del COVID-19. El problema estriba que el anonimato en ningún caso es cien por cien seguro.


Científicos del Imperial College de Londres han demostrado que cuatro ubicaciones de un teléfono móvil son suficientes para dibujar un patrón que permite identificar al usuario."No hay solución perfecta. Llegarán otros virus, nuevas crisis de seguridad y otros riesgos. Es lógico aceptar que los gobiernos tengan nuestros datos. Pero con condiciones"

Debemos evaluar cómo utiliza el gobierno esos datos y durante cuánto tiempo.

El uso de aplicaciones de rastreo solo es uno de  los frentes que se abren en esta nueva normalidad que promete ser cualquier cosa menos normal.


La Agencia Española de protección de Datos ha expresado su preocupación. "Supone una injerencia en los derechos. de los afectados".


John Gray, filósofo y político, se pregunta cuánto de su libertad querrá la gente que se le restituya una vez que pase lo peor. Y sospecha que aceptaremos sin demasiadas protestas un régimen de biovigilancia, mientras sirva para salvar vidas y proteger nuestra salud."Los que piensan que la autonomía personal es la necesidad humana más profunda muestran su ignorancia. La seguridad y la pertenencia son igual de importantes, y a veces más". Que los países más azotados hasta ahora por la pandemia hayan sido los que más ensalzan la libertad individual, Estados Unidos y la vieja Europa, no deja de ser una cruel ironía.


XL-Semanal 19-13 de mayo 2020


Mr. Carter

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